Casi sin darnos cuenta, la conexión a Internet y el acceso a la información en tiempo real ha cambiado nuestra forma de acceder a los productos y servicios tradicionales. Sectores como el bancario o el comercio se han transformado gracias a la tecnología, y otros como el agrario ya están en camino.
A mediados de la década del 90, el canadiense y experto en finanzas Don Tapscott escribió ‘La Economía Digital’, un libro en el que avisaba sobre cómo la aparición de Internet y la digitalización de la información podrían cambiar la forma de hacer negocios en el futuro. El tiempo le ha dado la razón al autor hasta tal punto que hoy esas innovaciones tecnológicas están muy presentes en las actividades comerciales, tanto de las grandes y pequeñas empresas como de las finanzas personales.
En concreto, la economía digital se refiere al uso de las tecnologías de la información en los procesos de producción de bienes y servicios, así como en su comercialización y consumo. Este término pone de manifiesto cómo la industria crea productos y servicios nuevos o transforma los existentes, aprovechando la tecnología. La banca digital, el comercio electrónico, la educación virtual, las aplicaciones móviles, las plataformas colaborativas, entre otras, son algunos ejemplos.
Las tres características de la economía digital
Cada día, más y más personas se convierten en usuarios de dispositivos con conexión a Internet, como teléfonos móviles, ordenadores, relojes y pulseras inteligentes, etc., lo que les permite interactuar en un entorno global sin límites del tiempo y el espacio. Esto hace posible que la economía digital sea accesible para millones de personas alrededor del mundo, ya sea para ofrecer o demandar bienes y servicios.
Otro de los expertos en el tema, el economista y estadístico estadounidense Thomas Mesenbourg, explicó en un trabajo publicado en 2001 que existen tres componentes que definen a la economía digital y la diferencian de la tradicional:
Ventajas de la economía digital
La economía digital ha ganado peso en nuestras vidas y para el futuro promete seguir haciéndolo con el desarrollo de tecnologías como el Internet de las cosas, inteligencia artificial (IA), realidad virtual, blockchain, coches autónomos… Tener al alcance este tipo de posibilidades nos ofrece ventajas como:
La capacidad de seguir transformando sectores productivos tradicionales convierte a la economía digital en una apuesta hacia el futuro. La agricultura, por ejemplo, ya se ha empezado a beneficiar de innovaciones tecnológicas que conectan los cultivos con el agricultor a través da aplicaciones móviles, ofreciéndole datos en tiempo real sobre el estado de las plantaciones, calidad del suelo o necesidad de riego, convirtiéndose en pieza clave para la gestión y toma de decisiones.