Las finanzas sostenibles se han convertido en un elemento clave, siendo el origen de cada vez más productos orientados a apoyar económicamente proyectos responsables con el medioambiente y la sociedad, como los bonos verdes. A ellos se han unido los azules, que tienen un papel más específico en la protección del entorno.
Casi el 70% de la superficie de la Tierra está cubierta por agua. Es una cifra que, sin duda, refleja la magnitud de los mares y océanos en el planeta. Además de ser el hogar de cientos de miles de especies diferentes, el ecosistema marino también absorbe más de la cuarta parte del CO2 producido por las actividades humanas, atrapa el exceso de calor de la atmósfera para regular la temperatura y genera la mitad del oxígeno existente.
En la economía, el papel de los mares y océanos también es vital, pues proporciona recursos naturales y puestos de trabajo a millones de personas gracias a labores como la pesca, el transporte marítimo, la minería submarina, las energías renovables o el turismo costero, entre muchas otras. Según datos del Pacto Mundial, se estima que todos estos sectores productivos, también denominados como economía azul -blue economy, en inglés-, representan alrededor del 2,5% del PIB (Producto Interior Bruto) mundial y que, si fueran un país, serían una de las economías más poderosas del planeta.
Por todo ello, en los últimos años han surgido iniciativas que buscan mitigar los efectos dañinos del cambio climático en los océanos al mismo tiempo que se impulsan nuevos modelos de financiación sostenible. Una de ellas es la de los bonos azules.
Los bonos tradicionales son un instrumento financiero que utilizan las empresas privadas y administraciones públicas para obtener recursos de los inversores a largo plazo. A cambio, les ofrecen la devolución del dinero prestado junto a los intereses pactados previamente. Por eso es un producto de renta fija. En el caso de los bonos azules, su funcionamiento es el mismo, pero se diferencian en que las entidades que los emiten se comprometen a usar los recursos obtenidos -o una gran parte de ellos- en la protección y conservación de los ecosistemas marinos.
Así como existen una serie de criterios que se deben tener en cuenta para la emisión de los bonos verdes, con los azules también hay requisitos y buenas prácticas que deben seguir las instituciones interesadas en recurrir a este instrumento financiero. Tres de las más importantes son:
Uso de los fondos
Sin duda, el destino de los recursos económicos es la principal condición para que la emisión de bonos se considere azul. Además de los proyectos que se llevan a cabo directamente en los mares y océanos, también es posible financiar aquellos que mejoren las condiciones de los trabajadores del mar o que garanticen el acceso al agua potable de las comunidades costeras, por ejemplo.
Compromiso real
Para emitir este tipo de bonos, las empresas privadas o instituciones públicas deben demostrar que la iniciativa en la que se utilizarán los fondos es parte de su estrategia corporativa o gubernamental y no solo es una vía para obtener financiación. También deben estar alineados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos por las Naciones Unidas para erradicar la pobreza y proteger el planeta.
Gestión transparente
Las entidades emisoras tienen la responsabilidad de ofrecer la información necesaria, no solo en relación con la utilización que hacen de los recursos económicos, sino también sobre los estudios o investigaciones que usan para sus proyectos y compartir los datos del impacto que sus actividades tienen en el ecosistema.
Las Islas Seychelles, un archipiélago ubicado en el océano Índico, fue el primer país en emitir bonos azules. Lo hizo en 2018 y logró una recaudación de 15 millones de dólares con títulos a 10 años. Dichos fondos están destinados a lograr la transición hacia una industria pesquera sostenible, así como a aumentar las áreas marinas protegidas que rodean su territorio y facilitar la inversión a las empresas que desarrollan actividades de la economía azul en general.
Desde entonces, la oferta de bonos azules a través de las administraciones públicas y también de las empresas privadas ha seguido creciendo, así como el interés de los inversores en respaldar con su capital las iniciativas para preservar los ecosistemas marinos. Tanto es así, que en los últimos dos años se han llevado a cabo 12 emisiones por valor de 2.856 millones de dólares. A continuación, conocerás algunas opciones que podrías encontrar en el mercado de los bonos azules:
En resumen, los bonos azules no son únicamente un producto de inversión a largo plazo, sino que también se han convertido en una oportunidad para que las organizaciones y los inversores contribuyan a la protección de los ecosistemas marinos y, en general, a la preservación de todo el planeta.
Además de pensar en la sostenibilidad del medioambiente, en los últimos años ha surgido la necesidad de pensar en la sostenibilidad de la propia sociedad. Por ello, también existen bonos diseñados para cumplir este tipo de objetivos. Si quieres saber más, en Openbank han preparado este contenido con las diferencias y similitudes entre un bono verde y un bono social.