Seguramente, cuando piensas en el funcionamiento de la economía, lo primero que te imaginas es la venta y compra de bienes y servicios tradicionales, como los alimentos, el transporte público, la ropa... Sin embargo, el patrimonio cultural también es una fuente de riqueza y una oportunidad de desarrollo económico para la sociedad. Te contamos qué es y cómo puedes disfrutarlo con responsabilidad.
El patrimonio cultural es, según la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), la herencia que el ser humano y la naturaleza han dejado a través de los años y que tiene un valor excepcional para toda la humanidad. Puede ser material, inmaterial o natural y abarca desde los lugares que poseen un interés histórico o cultural, los paisajes o reservas naturales, las creaciones artísticas, hasta las tradiciones y expresiones culturales de los pueblos.
En la economía, el patrimonio cultural tiene un papel importante. Actúa como generador de recursos y en torno a él se desarrollan diferentes actividades productivas. Es considerado un producto de consumo debido a que se le puede atribuir un valor económico. Por ejemplo, cuando destinas dinero para visitar un museo, recorrer una construcción antigua, acudir a una obra de teatro o viajar a un destino histórico o natural, consumes dicho patrimonio. Al mismo tiempo, contribuyes económicamente a su preservación y financiación.
A través de sectores como el turismo, la gastronomía o el arte, entre otros, los países pueden generar riqueza aprovechando sus tradiciones y recursos naturales. La creación de empleo, atracción de inversión o como alternativa sostenible para sustituir modelos económicos poco amigables con el medioambiente son algunos de los beneficios.
Cómo ser un consumidor responsable del patrimonio cultural
El patrimonio cultural no es renovable. Es decir, sus cualidades y valores son únicos e irremplazables. Por ello, las actividades económicas diseñadas para disfrutarlo deben garantizar, también, su óptima conservación para que estén disponibles para las generaciones futuras. A nivel individual, también tienes un papel importante.
Algunas buenas prácticas que puedes seguir a la hora de estar en contacto con el patrimonio cultural son:
Es frecuente que la conservación del patrimonio cultural se financie, en parte, con los ingresos de los visitantes. Por ello, si se trata de instalaciones que requieren la compra de una entrada, asegúrate de adquirirla por las vías debidamente autorizadas para que el dinero se reinvierta en las mismas. También para evitar ser víctima de algún tipo de fraude.
Si vas a destinos naturales o con presencia de comunidades, cuida tus hábitos para no alterar el hábitat. Evita llevar grandes equipajes y bienes que generen desechos y consume los productos locales. Así apoyas el desarrollo de la economía del lugar.
En aquellos lugares en los que hay ruinas o materiales como piedras o restos arqueológicos es importante que no te lleves nada. Puede que te parezca un buen suvenir o recuerdo, pero cada pieza tiene un valor patrimonial único. Además, ese tipo de conductas contribuyen al deterioro cultural y económico de los destinos.
Infórmate sobre el patrimonio cultural que te interesa, pues saber el valor que tiene un lugar, una obra, un espectáculo o un hábitat es la mejor manera para disfrutarlo con responsabilidad, entender su importancia e impulsar su conservación. Así, también fomentas que más personas quieran conocerlo.
Recuerda que preservar el patrimonio cultural es la mejor forma para conocer las tradiciones de los pueblos, el camino que ha recorrido la sociedad y la evolución que ha tenido el propio planeta. Por ello, la próxima vez que pienses en un destino cultural o natural, ten en cuenta que es una experiencia que disfrutas tú para que más personas lo puedan hacer en el futuro.