10/02/2025
Juan Cerruti
Economista Jefe Global de Grupo Santander

Los economistas a veces utilizamos palabras complejas para describir fenómenos bastante más sencillos. Trade-off podría ser un buen ejemplo de ello. Un trade-off no es más que una disyuntiva. O, dicho más coloquialmente, una “sábana corta”: si quiero más de algo, tengo que estar dispuesto a renunciar un poco de otro lado.

El tradicional dilema entre crecimiento e inflación suele ser el caso del típico trade-off en economía. La forma de gestionar este delicado balance suele ser a través del tipo de interés, que regulan los bancos centrales.

El tradicional dilema entre crecimiento e inflación suele ser el caso del típico de trade-off en economía. Si deseo bajar la inflación, tal vez deba sacrificar algo de crecimiento económico. La forma de gestionar este delicado balance crecimiento-inflación suele ser a través del tipo de interés, que regulan los bancos centrales. 

Precisamente por ello, cuando como consecuencia de la pandemia, primero, y de la guerra de Ucrania, después, el mundo comenzó a ver con asombro cómo se alcanzaban en la mayoría de las regiones los niveles de inflación más altos en 40 años, los bancos centrales se lanzaron masivamente a subir los tipos de interés. 

Así, en poco más de 15 meses, la Reserva Federal (el banco central estadounidense) subió los tipos del 0,25% al 5,25%, y el Banco Central Europeo lo hizo del 0% al 4,25%. De hecho, 2023 marcó un récord: fue el año en que una mayor proporción de bancos centrales alrededor del mundo subieron los tipos de interés (8 de cada 10). 

La subida global de tipos logró con el tiempo retornar la inflación a niveles aceptables. El alza de precios, que llegó a tocar niveles de entre 8% y 10% anual en muchos países durante 2022, hoy ya se encamina al objetivo del 2% en países como Estados Unidos o en la Eurozona.

En un contexto en el que el crecimiento económico se sostiene y la inflación retorna gradualmente a los objetivos, los bancos centrales han iniciado en los últimos meses el ciclo de recorte de tipos.

Aunque tal vez lo más curioso de este período de endurecimiento monetario fue que se logró bajar la inflación sin afectar significativamente el crecimiento ni verificar un gran incremento en el desempleo. A esto los economistas lo denominamos “aterrizaje suave” (soft-landing en inglés) y cabe recordar que no es lo más habitual. En 6 de cada 10 ciclos, la subida de tipos ha generado alguna recesión en distintas regiones del mundo.  Lograr la dosis adecuada de política monetaria contractiva (subida de tipos) sin afectar al nivel de actividad no suele ser una tarea sencilla. 

¿Cuál ha sido la razón de la resiliencia en el crecimiento económico global? No existe una respuesta sencilla, y las causas son múltiples. Van desde el restablecimiento de la normalidad en las cadenas globales de valor tras la pandemia y la guerra, hasta los efectos rezagados de los impulsos fiscales que los gobiernos otorgaron en la pandemia, entre otros. Pero un aspecto sobresale: la resiliencia de los mercados trabajo y la resistencia al alza en la tasa de paro en la mayoría de las economías. Por caso, y pese al ciclo de subida de tipos, 2 de cada 3 economías en las que opera Santander hoy está al nivel de pleno empleo o cerca de él.

Tipos bajos, pero no tanto

A mediano y largo plazo un mundo de tipos más bajos significará mayor impulso al crecimiento. Y en particular mayor acceso al crédito y mayores incentivos para la inversión.

En un contexto en el que el crecimiento económico se sostiene y la inflación retorna gradualmente a los objetivos, los bancos centrales han iniciado en los últimos meses el ciclo de recorte de tipos. La velocidad de los mismos varía por región, dependiendo de la robustez del crecimiento económico y de la resistencia de la inflación a la baja. Pero la dirección es clara. 

De todas formas, el proceso no será lineal a nivel global. Habrá momentos de pausa en los recortes, inclusive de necesidad de volver a subir transitoriamente en algunos países (como ocurre en Brasil y en otros) para asegurar el descenso de la inflación. La llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos también plantea dudas sobre el ritmo de recorte de tipos, habida cuenta de que algunas de las políticas que podría aplicar tienen un sesgo inflacionista (subida de aranceles al comercio exterior, expansión fiscal, restricciones a la migración, etc). 

Pero a mediano y largo plazo un mundo de tipos más bajos significará mayor impulso al crecimiento. Y en particular mayor acceso al crédito y mayores incentivos para la inversión. Este aspecto es clave, más aún cuando el mundo se enfrenta en los próximos años a desafíos que requerirán una ingente cantidad de financiación. Uno de ellos es la transición verde, crucial para el futuro de todos. Para lograr los objetivos de cambio climático impuestos, se estima que hasta 2050 se requerirá invertir aproximadamente 275 billones de dólares en activos físicos. 

Lo que sí está claro es que, aunque la dirección marcada por los bancos centrales con los tipos de interés es hacia abajo, su punto de llegada no será como los niveles ultra bajos que hemos visto previo a la pandemia (en la Eurozona llegaron a ser incluso negativos). 

Existe cierto consenso entre los economistas en que el denominado “Tipo neutral de interés”, es decir el tipo de interés de equilibrio de largo plazo (el cual no se puede observar explícitamente en ningún mercado sino que se estima teóricamente a través de distintos métodos), ha subido como consecuencia de la conjunción de factores que van desde los cambios demográficos (envejecimiento de la población y presión sobre los sistemas previsionales) hasta la mayor productividad esperada como consecuencia de la proliferación de la Inteligencia Artificial generativa, pasando por la mayor fragmentación geopolítica y la comentada necesidad de mayores inversiones para hacer frente al cambio climático. 

Al fin y al cabo, es importante recordar que el mundo requiere tipos de interés adecuados para que los sistemas financieros y los mercados cumplan su función de canalizar efectivamente los ahorros hacia la inversión, que es la clave para el crecimiento sostenible de mediano y largo plazo.