Cada capítulo de nuestra vida se define por necesidades y circunstancias específicas. Por ello, es clave poder acceder, en cada momento, a los recursos financieros más óptimos para cada uno de nosotros en función de la etapa en la que nos encontremos.
Un plan de pensiones para la jubilación, una cuenta ahorro para los estudios de los niños, una hipoteca para comprar una vivienda... Para cada uno de estos objetivos, y muchos más, hay diversas herramientas financieras que te puedan ayudar a lograrlos. Veamos algunos ejemplos.
Para el ahorrador
Ahorrar es un objetivo que nos acompaña siempre en la vida pero, sobre todo, al incorporarnos al mundo laboral. Es en ese momento cuando nos encontramos ante una de las mejores opciones para comenzar a tener un “colchón” de dinero de cara al futuro. Y contamos con el mundo de las finanzas como apoyo; pues nos ofrece numerosos instrumentos para el ahorro y la inversión. Entre los más populares, destacan las cuentas corrientes, las cuentas de ahorro, los fondos de inversión, las carteras de gestión o la compra de acciones.
Para el estudiante
Los productos financieros se ponen a disposición de los estudiantes en forma de préstamos, becas, tarjetas de crédito o de débito y cuentas bancarias con beneficios específicos para las personas que se encuentren en periodo de formación.
Para el inversor
Una de las costumbres más comunes, cuando hemos logrado cierto volumen de ahorros, es adquirir una vivienda. Para ello, contamos con la ayuda de las hipotecas, aquellos instrumentos financieros que permiten al cliente recibir una cantidad de dinero específica procedente de una entidad de crédito. De este modo, se puede adquirir una casa y devolver el dinero en el periodo de tiempo previamente acordado con el prestamista.
Para aquellos que desean aumentar sus inversiones por otras vías, hay disponibles otros muchos instrumentos tales como los fondos de inversión, la compra de acciones o los fondos de renta fija.
Para la futura jubilación
De cara a nuestro retiro, una de las opciones es obtener un plan de pensiones, una “hucha” a la que, con cierta periodicidad, destinamos una cantidad específica de dinero que procede de nuestros propios ingresos. El objetivo es almacenar una cuantía significativa que nos permita disponer de ella cuando nos jubilemos.
De este modo, habremos contratado una herramienta con la cual logramos rentabilizar nuestro dinero. ¿Y cómo logramos que nuestro plan de pensiones aumente sus beneficios? Las aportaciones que hacemos a los planes de pensiones se invierten, a su vez, en otros instrumentos de rentabilidad que se establecen previamente junto al gestor encargado de nuestra “hucha”. Así, cuando decidamos abrirla, obtendremos tanto el dinero depositado como el generado.