Generalmente, y de forma natural, los cambios que vienen de dentro se proyectan hacia fuera, siendo la identidad visual de una marca uno de los activos que mejor traslada la transformación de las compañías. Por eso, evolucionar una marca es una decisión estratégica que afrontan las compañías, que también deben valorar el momento idóneo para hacerlo.
Un nuevo posicionamiento, un cambio en la forma de entender el negocio, una profunda transformación cultural o nuevos retos que afrontar. Estos pueden ser algunos de los motivos por los que una marca se transforma. En nuestro caso, todo comenzó con la trasformación cultural iniciada en el año 2015 y con el nuevo enfoque estratégico de convertirnos en una plataforma abierta de servicios financieros. En ese momento abordamos el proceso de rebranding, con el fin de evolucionar nuestra marca e identidad y también para impulsar nuestra cultura corporativa. De ese trabajo, nació una imagen más actual, limpia, cercana y, sobre todo, digital. Una imagen que nos ayuda a mostrar esa versatilidad que queremos poner en valor, sin perder nuestra esencia ni todo lo que nos ha hecho llegar hasta aquí.
Por un lado, está nuestro logotipo, donde la llama y el color rojo se mantienen como símbolos imperecederos del banco, evolucionando, eso sí, a nivel tipográfico para acercarlo más a este universo de modernidad y digitalización en el que estamos inmersos. Por otro lado, están nuestros nuevos pictogramas, ilustraciones, estilo fotográfico, infografías y key visuals; y también la música, Santander Global Sound, y otros elementos audiovisuales y de interacción concebidos para entornos digitales. Todos ellos se redefinieron con el fin de reflejar de forma óptima nuestra manera de comportarnos: Sencilla, Personal y Justa. Una nueva imagen para una marca que crece junto con sus empleados, clientes, accionistas y la sociedad. Pero no solo eso: también avanza con paso firme hacia el liderazgo y la innovación.