La inflación se ha convertido en una de las principales preocupaciones para la economía mundial, una vez transcurridos dos años del inicio de la pandemia. Tenemos subidas de precios que alcanzan máximos históricos en Europa y Estados Unidos y pueden tener contestación desde la política monetaria. En América Latina, desde el pasado año los bancos centrales están actuando con rapidez y contundencia, aumentando los tipos de interés. Pero, al final, ¿qué está pasando con la inflación mundial? En este artículo te explicamos las razones de las tensiones inflacionistas y qué evolución podemos esperar para este y el próximo ejercicio.
El mundo parece estar transitando hacia una etapa de aceleración de la inflación no vista en los últimos 40 años. La inflación en los Estados Unidos llegó en diciembre al 7% interanual, récord desde 1982. En la zona euro la inflación alcanzó el 5,1% en enero, máximo desde que existen estadísticas armonizadas, en 1997.
En Latinoamérica la historia inflacionista es diferente, pero igualmente hemos asistido a un perfil acelerado desde comienzos de 2021, pues partiendo de tasas que estaban en un rango del 3-4% en Brasil, México y Chile, nos hemos desplazado hacia el entorno del 10% en el primero y del 7% en los otros dos países.
¿Qué es la inflación?
La inflación es el incremento generalizado de precios que origina una disminución del poder adquisitivo de las personas mermando su capacidad de compra y ahorro.
Al observar en detalle qué ha impulsado la inflación en las diferentes regiones se encuentran indicios claros de la presencia de la denominada “inflación de oferta”, derivada de incrementos en los precios de la energía y cuellos de botella en la cadena de suministros globales, relacionado en gran medida con los cierres de actividades durante los períodos de confinamiento en muchos países y, posteriormente, con la recuperación de la economía.
¿Buena o mala noticia?
El hecho de que la inflación global tenga en esta ocasión un componente de oferta es, podría decirse, una buena noticia. Pero, paradójicamente, también una mala. Vayamos por partes.
¿Por qué es buena noticia? Porque como ocurrió en la famosa Crisis del Precio del Petróleo de mediados de los años 70 (tal vez el principal evento mundial de inflación de oferta, que permitió a los economistas conocer el fenómeno de la denominada “estanflación”), en cuanto los eventos que dan lugar a esa disrupción de la oferta se regularizan, los precios tienden a volver a sus valores previos.
La mala noticia es que es incierto cuánto durarán estas disrupciones de las cadenas globales de suministro en el comercio, porque en definitiva depende de muchos factores, por ejemplo, si habrá nuevos rebrotes de la pandemia de covid-19.
Mecanismos para controlar la inflación
Tal vez el aspecto más complejo de la inflación de oferta es que su “cura”, por decirlo de alguna forma, no está tan al alcance de la mano. Cuando se padece de inflación de demanda se sabe que debe enfriarse la actividad económica, por ejemplo, a través de la política monetaria con subida de los tipos de interés. En cambio, con la inflación de oferta se plantea un dilema que suele dejar a los ejecutores de política económica en una disyuntiva compleja: si toman medidas para retraer la demanda agregada, y combatir la inflación, podrían poner en riesgo de recesión a la economía, en este caso el riesgo sería debilitar la recuperación global.
Para complicar un poco más las cosas, en ocasiones un proceso inflacionista puede comenzar por el lado de la oferta, pero si se mantiene en el tiempo, va generando mecanismos de propagación. Son los llamados efectos de segunda vuelta a través de negociaciones salariales ajustadas a ese mayor nivel de precios y a través de ampliación de los márgenes empresariales que tratan de trasladar a precios finales el aumento de otros costes intermedios.
Se espera que la inflación baje de forma moderada en este año y más claramente en el próximo, conforme los factores de oferta que provocaron el rebote desaparezcan. Pero entre medias, tenemos la incógnita sobre en qué medida tendrán que ayudar los bancos centrales a reconducir la inflación. Actuar a tiempo contra la inflación evita males mayores, hacerlo demasiado pronto también es costoso. Encontrar el momento adecuado es donde reside el arte de ser banquero central.