Datos e infraestructuras: las dos claves para impulsar la economía digital*


Álvaro García Porras, miembro del equipo de Public Policy and Regulatory Affairs en Banco Santander y María Dolores Ramos Martínez, directora de regulación digital y de negocio en Banco Santander

Hoy podemos pagar con el móvil, abrir una cuenta con la tableta, recibir asesoramiento por videoconferencia. También podemos ir a hacer todo eso a la sucursal de nuestro banco, si lo preferimos. Podemos elegir porque la tecnología nos ha dado la oportunidad, pero también porque las normas se han adaptado para que todo esto sea posible y a la vez continúe siendo seguro.

Pero el camino no se debe parar. Aún quedan pasos muy importantes que podrían hacer las finanzas más accesibles para todos y en mejores condiciones. Para eso, hay que adaptar las normas para que podamos aprovechar las ventajas de tecnologías como blockchain, biometría o inteligencia artificial. 

La Comisión Europea presentó a finales de septiembre su estrategia de finanzas digitales, con una visión clara respecto a la necesidad de facilitar la adopción de estas tecnologías junto con propuestas para limitar sus potenciales riesgos. 

Pero, más importante todavía, necesitamos asegurar que los elementos que permiten la digitalización se pongan al servicio de los usuarios y la economía. Principalmente dos: los datos y las infraestructuras.

Todos hemos aprendido que los datos son importantísimos en este mundo digital. Y además, nos damos cuenta de que muchos de ellos los generamos nosotros. Cuando compramos en una plataforma, cuando hacemos una búsqueda en un navegador, cuando interactuamos en una red social, estamos diciendo algo de nosotros mismos, de lo que necesitamos, de lo que nos interesa, de quiénes somos. Esta información permite a las empresas ofrecer un mejor servicio: si le contamos al pescadero que tenemos una cena especial, nos puede dar consejos sobre su mejor pescado, para cuántos comensales se puede servir, nos lo puede preparar e incluso darnos una receta. 

Pero debemos poder elegir a quién le contamos que tenemos esa cena. Puede que ese pescado maride muy bien con un vino, pero yo no quiero que sea el pescadero el que le cuente al vinatero, al panadero, al florista que tengo una cena. Lo que quiero es que, una vez que yo tengo una información, me sea posible compartirla con quien yo quiera. 

Esto, que lo entendemos muy bien en el mundo físico, debe ser igual en el digital. Así, en un mundo digital, tenemos que asegurar que el usuario puede transmitir las partes que estime oportuno de toda esa información que genera cuando navega con quien decida y en el momento que considere. Y no sólo debe tener este derecho el ciudadano, sino también las empresas, incluidas las pymes, que también generan datos y pueden acceder a mejores servicios si los pueden conectar directamente con proveedores, autoridades o socios. 

Esto no es ciencia ficción. Ya ocurre en el ámbito bancario, donde podemos elegir agregar nuestras cuentas y así permitir que otros proveedores, que no son nuestros bancos habituales, puedan ver la foto completa de nuestra situación financiera. De este modo, el usuario puede acceder a servicios nuevos o más competitivos. 

Esta oportunidad no debería dejarse pasar para el resto de servicios, porque tener una economía de datos abiertos no es un riesgo para la protección de datos, sino el mayor empoderamiento que se puede dar al ciudadano: permitir que el control de los mismos esté realmente en manos de quien los genera.

Otro de los elementos clave para la digitalización son las infraestructuras que sustentan los ecosistemas digitales. Yo puedo desarrollar una app maravillosa, pero si no la puedo subir a un appstore, nadie la podrá usar. Puedo estar acostumbrado a pagar por móvil con mi banco, pero si cambio de teléfono puede que tenga que dejar de hacerlo si el fabricante del nuevo teléfono no permite a mi banco que se comunique conmigo a través del móvil, o si pone unas condiciones que sean muy difíciles de aceptar. Tampoco, en algunos casos, puedo comprar a través de una plataforma los productos que me interesan, sino los que el dueño de la plataforma decide enseñarme. 

Como empresa, para captar nuevos clientes o usuarios en este mundo digital, es ya imprescindible ofrecer mis servicios y productos en infraestructuras digitales. Estas infraestructuras, en algunos casos,  son propiedad de empresas que compiten a veces con la mía ofreciendo los mismos productos o servicios. De hecho pueden hacer valer su posición de anfitrión de la infraestructura para que sus productos se encuentren antes que los míos, y que gocen de condiciones más favorables (simplemente imponiendo condiciones muy exigentes a cualquier proveedor tercero).

Estas plataformas han creado unos ecosistemas que funcionan muy bien y de ahí el éxito que tienen. Sin embargo, a medida que adquieren tamaño la responsabilidad que tienen es cada vez mayor pues un eventual cierre de su ecosistema sería muy perjudicial para los consumidores y las empresas que dependen de la decisión de una plataforma para poder llegar al mercado y sobrevivir. 

La Comisión Europea también está mirando en esta dirección, incluyendo propuestas de datos financieros abiertos con control del usuario y de apertura de infraestructuras de pagos como las antenas NFCs, las que permiten hacer pagos a través del teléfono móvil.  

Queda mucho por hacer y la urgente necesidad de que Europa se recupere tras el Covid exige que las autoridades sean ambiciosas a este respecto. Especialmente en lo que atañe a los datos y al acceso a infraestructuras, no se pueden quedar en iniciativas que sólo afecten al sector financiero. Los ciudadanos se mueven en su día a día con muchos tipos de proveedores y necesitan una visión multisectorial de los datos y un movimiento tajante para incluir normas claras de acceso a las  infraestructuras. 


*Este artículo fue publicado el pasado 8 de Octubre en suplemento de Economía Digital del diario Expansión


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